martes, abril 12, 2016

Serenissima


Una tarde serena, sin bulla y en soledad alegre, siempre es bienvenida.

Pero, por otra parte, atender el jardín unas dos o tres horas y con la lluvia en ciernes, es como preparase para un naufragio inminente.

El viento hace su trabajo, mientras tanto. Se ocupa de inquietar al navegante, moviendo nubes de amenaza que oscurecen la tarde, agita los ramajes, castiga las hojas emigrantes.

Un tiempo vivo, enérgico.

Bien por él.

Todo en el aire es una orquesta de aires de un cielo ronco y así resulta que la gravedad del fagot, el barítono de los vientos, es ahora el tono justo de la tarde. Entonces hubo que llamar a Vivaldi, que mora todavía en La Serenissima Repubblica di Venezia.

Lo trajeron I Musici, con Klaus Thunemann al fagot.




Y así, con la tarde serena ya cumplida, y el jardín hecho, fue pasando el día.