No hay modo.
Hay que oír tantas versiones distintas, tantas voces y ritmos, tantas dicciones.
Siempre tendrá el tono justo, el desgarro justo, la melancolía justa. Y eso es obra del poeta, más que nada, que vio y entendió.
Será, como dicen, que García Lorca, Miguel de Molina y el impagable Rafael de León, entre vinos, jereces y manzanillas, han conversado en una mesa de bar el asunto, y que el último puso en versos de papel, para gloria del cante.
Será.
No le hace. Bien por él.
Aquí quedan algunas de las innumerables formas de decir la cuestión.