No se llevaban bien.
Y parece que hay que admitirlo, nomás, porque a poco que uno se fije eso es lo que dice la historia.
Motivos habría, quién sabe. Pero lo cierto es que no se llevaban bien.
Johann Sebastian y el menor de sus 20 hijos, Johann Christian. El padre murió cuando él tenía unos 15 años, pero alcanzó a decir que era medio tonto, así que probablemente tendría éxito. El chico, por su parte, se burlaba de la peluca de su padre, entre otras cosas. El padre le dio la música y él se fue a hacer la suya a Milán y a Londres, donde murió relativamente joven, y con fama, en 1782.
Fue en Londres, precisamente, donde conoció al niño Mozart, que por entonces era un prodigio de gira por Europa. Los dos se entendieron rápidamente. Hay quienes dicen que JC fue el paradigma admirado por WA y que siempre lo tuvo por un modelo a alcanzar. Vaya a saberse. Otros aseguran que Mozart aprendió mucho de su música del menor de los Bach.
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Aquí en el sur, nuestro abril de otoño llegó con lluvias y lloviznas. Bien por él.
Así es propicio oír Cara, la dolce fiamma, una magnífica aria de Adriano en Siria, una de las óperas de Johann Christian, estrenada en Londres en 1765. Por más de 200 años a nadie le interesó. Recién en 1982 volvió a escena y, en abril 2015, se hizo una representación en la inglesa Escuela Real de Música, para conmemorar su estreno.
Pero a Mozart no se le escapó. En sus días, hizo una versión de la obra de su admirado Bach, hijo.
Quedan aquí tres versiones. Dos de ellas hechas por contratenores, porque el aria fue originalmente compuesta para un famosísimo castrato. La otra, la hace una soprano. Finalmente, la versión de Mozart.
Usted verá.
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El texto original de la ópera es obra del renombrado poeta y libretista Pietro Metastasio. Entre otros, Antonio Caldara y Pergolesi, además de Bach, hicieron versiones de su argumento, que originalmente no fue escrito para Bach.