Es momento de volver a esto.
El título de esta entrada repite otro que ya hubo aquí. Un título que tiene varios años. Más años que la bitácora, diría.
Por lo pronto, es el de un poema de Agustín García Calvo al que Amancio Prada le puso música, y que ya anduvo por estas músicas hace bastante tiempo, aunque creo que ahora está inhallable (con otras cosas suyas que había allí y que voy a reponer, claro...)
El poema dice:
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía.
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
Aparte de que es una bonita canción, encontré la forma de que sea dicha de nuevo.
No es para nada frecuente oírla sino es por el autor de la música.
Pero encontré hace poco a una niña que se llama Almudena Rubio y que hace una versión que merece estar aquí, a mi sabor. La acompaña una fina guitarra que pulsa Isabelle Laudenbach. Hay otra versión de ella misma, con piano y violín (Allen Haim, Neske Baerwaldt), queda como bonus track.
Y diré que me gusta esta versión no por la perfección de la intérprete, sino sobre todo por el desgarro de esa voz que, me parece, se corresponde, no tanto con el tono del poema, sino con la recepción de la destinataria, que, se entiende, es quien -lo quiera o no- a partir del poema queda libre.
Dejo también, de paso (y sería de muy mal gusto comparar, valga la advertencia...), la versión que estaba aquí de Amancio Prada.