Es tiempo de serenata.
Eso que los músicos llaman Serenata, que no crea que es tan lo mismo como lo que los mortales comunes llamarían así.
Pero cuando hay un buen oído en el balcón de este mundo, no hay que andar explicando tanto las palabras. Basta que oiga. Y entenderá.
Encontré dos ejemplos de esto que traigo.
Me gustó mucho la dirección de Seiji Ozawa en ambos casos (fíjese bien: ¡dirige de memoria!) y la ejecución de los japoneses de la orquesta Saito Kinen. Las grabaciones tienen entre 15 y casi 20 años de antigüedad.
Antonín Dvořák y Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Respectivas serenatas, ambas para cuerdas; una opus 22, otra, 48; Mi mayor para una, Do mayor para la otra. Las obras fueron compuestas con 5 años de diferencia: 1875 la checa, 1880 la rusa. Ambas tienen movimientos o pasajes bien conocidos por los que conocen.
Y un detalle marginal pero que me tuvo divertido buena parte de la tarde, haciéndome pensar tanto; y recordar, no menos.
Cuando, por ejemplo, ingleses, franceses o españoles dicen que es para cuerdas, dicen eso, precisamente: strings, cordes, cuerdas.
Pero cuando Italia dice lo mismo, difiere: Serenata per archi, dicen ellos.
No la cosa que suena, sino la mano que la hace sonar.
Son geniales.
Y lo digo otra vez: son geniales.