Mingo -así lo llamaban algunos, desde chico-, fue mi padre.
La música se la debo a él. Y es una de las deudas que le debo y que no podré pagarle, claro.
Pero es una de esas deudas que sólo se pagan debiendo más.
Con más música.
En unos cuantos días, serán ya 35 los años que nos separan.
Y es casi como la música: cuantos más años nos separen, más cerca estaremos.
Por un tiempo, le haré con gusto un homenaje, dejando aquí algunas de las músicas que tanto le gustaban y que me enseñó sin enseñarme, como solía.
Algunas. No todas. Porque todas es demasiada deuda.
Hoy, Mingo, el tenor, conversa con uno de sus amigos queridos: Beniamino Gigli.