sábado, octubre 03, 2015

Dies iræ




San Francisco de Asís murió el 3 de octubre de 1226, que, como hoy, era sábado también. Fue ya anocheciendo el día, recién comenzado el otoño, en la Porciúncula, a los 44 años.

Se dice que Tommaso da Celano, por entonces de unos 25 años, estaba presente, junto con otros frailes.

El propio papa Gregorio IX que canonizó a Francisco, le encargó a Tomás que escribiera una Vida del reciente santo, aunque no fue su obra la que prosperó oficialmente entre los franciscanos.

De Tomás se dice también que es el más probable autor del himno-secuencia Dies iræ, dies illa.

Durante siglos, esta secuencia se cantaba el primer domingo del Adviento, señalando así, al comienzo del anuncio de la Primera Venida del Hijo de Dios, los días de su Segunda Venida. Más tarde, se incorporó a las Misas de Requiem, hasta que fue eliminada después de las reformas litúrgicas de 1970. Queda aún entre los himnos de la Liturgia de las Horas.

Dicen los entendidos que está entre los poemas más sublimes del latín medieval, aunque su forma es atípica.

Si es de veras el autor como parece probable, se me ocurre que el bueno de Tommaso -se lo tiene popularmente por beato- se habría sentido algo mortificado sabiendo que su obra, poderosamente escatológica, fue despreciada de algún modo tantos siglos después, y, por fuerza, en tiempos más próximos que los suyos a la Segunda Venida.

Y calculo que Francisco -cuya fiesta no es el día de su muerte sino el 4 de octubre- tampoco estaría muy contento.

Es justo y oportuno, se me hace, recorrer ahora algunas versiones que tuvo este himno a lo largo de los siglos.


Un día será de veras el Dies iræ y esta secuencia estará allí entonces.









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Los versos del himno.

De dice que los 6 versos finales fueron agregados con posterioridad a su composición original. De hecho, es evidente que esas dos estrofas no siguen el patrón de las anteriores.

Dies iræ, dies illa,
Solvet sæclum in favilla,
Teste David cum Sibylla!

Quantus tremor est futurus,
quando iudex est venturus,
cuncta stricte discussurus!

Tuba mirum spargens sonum
per sepulcra regionum,
coget omnes ante thronum.

Mors stupebit et Natura,
cum resurget creatura,
iudicanti responsura.

Liber scriptus proferetur,
in quo totum continetur,
unde Mundus iudicetur.

Iudex ergo cum sedebit,
quidquid latet apparebit,
nihil inultum remanebit.

Quid sum miser tunc dicturus?
Quem patronum rogaturus,
cum vix iustus sit securus?

Rex tremendæ maiestatis,
qui salvandos salvas gratis,
salva me, fons pietatis.

Recordare, Iesu pie,
quod sum causa tuæ viæ;
ne me perdas illa die.

Quærens me, sedisti lassus,
redemisti crucem passus,
tantus labor non sit cassus.

Iuste Iudex ultionis,
donum fac remissionis
ante diem rationis.

Ingemisco, tamquam reus,
culpa rubet vultus meus,
supplicanti parce Deus.

Qui Mariam absolvisti,
et latronem exaudisti,
mihi quoque spem dedisti.

Preces meæ non sunt dignæ,
sed tu bonus fac benigne,
ne perenni cremer igne.

Inter oves locum præsta,
et ab hædis me sequestra,
statuens in parte dextra.

Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictis.

Oro supplex et acclinis,
cor contritum quasi cinis,
gere curam mei finis.

Lacrimosa dies illa,
qua resurget ex favilla
iudicandus homo reus.

Huic ergo parce, Deus.
Pie Iesu Domine,
dona eis requiem.

Amen.