Creo que se me amoscó Mingo, mi padre, con lo de mi corazón santiagueño.
¿Cómo que Falú no?, siento que me dice desde su cielo de músicas.
Como sabe sus latines y conoce sus filosofías, argumento que intellectus quodammodo fit omnia, que es como decir que en el alma me caben Santiago y Salta y...
Un silencio cósmico es la respuesta. Es cierto también que Mingo era tipo de pocas palabras.
Igual, por si acaso, me apuro a subirlo a escena a Eduardo Falú. A ver si haciendo la Zamba de un triste, con Jaime Dávalos, la tormenta amaina.
Si no alcanza, que sigan La verde rama, El silbido del zorzal o Pastora de mis sueños.
Pero por las dudas que no sea bastante, y ya como desembozada captatio benevolentiae, dejo como al descuido una joya rara: Chañarcito, con versos de León Benarós y música de Carlos Guastavino.
Y piadosamente no digo más, porque no hay más que decir.