sábado, diciembre 18, 2021

Del viejo amor



Estaba en asuntos sobre el tiempo perdido (todo un tópico, si viera usted...), pero se me cruzó otra cuestión. Y hasta allí fui, porque una cosa y la otra no están tan lejos, después de todo.

(El caso del tiempo perdido, es todo un caso en la música..., para otra vez.)

Menté a Jaime Dávalos ayer en ens. Y será por eso que esta mañana al alba se me apareció la Tonada del viejo amor que compuso con Eduardo Falú.

Varias veces Dávalos compuso poesía para introducir una canción. También en la Tonada, claro. Pero me acordé de que, en este caso, no fue un poema, sino que fueron dos. 

Y no sé por qué. 

Y mientras sigo haciendo una puerta, lo voy pensando. Pero si alguien lo sabe...



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Cantando solo, dijo este soneto:

El mar, era en tus ojos la infinita inocencia 
del agua que hasta el cielo busca la inmensidad.
En su verdor salobre arde la claridad
a mi asombro exclusiva, en íntima deiscencia.
Entornados, tus ojos miran desde la bruma
el tierno advenimiento foral de la mañana
o bajo el mediodía de viento y resolana,
sobre el azul y el oro, el triunfo de la espuma.
Desde una adolescente madurez sonreía.
mas allá del deseo que en mi carne encendía
el limpio animal puro que vences de estupor.
Los fuegos del retiro desolado te ofrece,
aun viendo que inasible y constelado crece 
en tus ojos marinos el inefable amor.
Pero, con Falú cantando, dijo estos pareados:
Grabé tu nombre y el mío en las arenas del mar, 
y un juramento, que nunca me atrevería a jurar. 

El viento, como el olvido, la arenita se llevó, 
y ahora se ha vuelto arena, lo que juramos tú y yo. 

No le prometas a nadie que nunca lo olvidarás, 
porque el amor es eterno, y nuestra vida fugaz...