En su modo tan británico de pronunciar británicamente el inglés británico, los ingleses la nombran algo así como Tcheiba, aunque, cuidado...; esa a final que acaban de ver se apaga levemente para que la o original no se diluya del todo, que no es cuestión, porque existe, qué tanto. Y aún más: imperceptible como un reflejo que no estamos seguros de haber o no haber visto, ¿suena, se susurra, se aspira o exhala? una r recóndita, subsumida en la a que ya sabemos que en realidad es o: algo como para entendidos, como una contraseña sonora, para saber si uno pertenece o no, si de algún modo se es NyC o un parvenu, se dijera. La T inicial, allí la tienen, no es cosa que tampoco haya que descuidar, como cualquiera puede comprender.
Y no: de ningún modo haré gala aquí de los simpáticos signos fonéticos. Que para exhibir sus herramientas, ya están los mecánicos, nobles y esforzados. Y no vine a eso.
El caso es que mi estimada June Tabor (las pistas fonéticas sobre June, otro día...) tiene una voz cálida y honda, desde que apareció cantando en 1972. Si alcanzan a oírla hablar en la presentación de alguna de las canciones, se harán un fonético festín de britanicidad. Pero no se distraigan, mis cuates.
Esta inglesa de Warwick sigue cantando a sus casi 70 años y no ha perdido la sonoridad melancólica, sino al contrario: se ha acendrado sin llegar a ser oscura.
Folk, dicen que es, básicamente, su repertorio. Baladas, casi únicamente. Pero lo cierto es que, aun a eso, le ha añadido con los años algunas cuantas variaciones atinadas en instrumentación y fraseo, hasta dejar las cosas en un estilo peculiar. Cuestión de gustos: a mí me cae bien lo que hace.
Una muestra breve de sus músicas y su, a mi juicio ignaro, tan buen gusto para interpretarlas, es todo lo que estoy dispuesto a compartir.
Y que tengan buenas noches.