domingo, agosto 09, 2015

Aire nuevo




Hay que tener bastante talento -un talento raro- para sacarle a este instrumento algo más que sonidos armoniosos. Y más: llegar a conmover interpretando, lograr que haya corazón, además de destreza.

Desde que recuerdo, siempre hubo una armónica en casa. La primera era de mi padre. Las demás, eran regalos que un servidor recibía para alguna fiesta, creo que con el propósito amable de que pudiera hacer algo de música. Y lo cierto es nunca pude hacer gran cosa con ellas, salvo paladear cuando alguien las hacía sonar con arte.

Fue precisamente mi padre quien me enseñó a oír a Hugo Díaz. Hizo bien.

Ahora encontré a estos dos jóvenes que, de un modo u otro (son distintos y están a distintas alturas), siguen esa tradición. Son Franco Luciani y Marcelo Cejas.

Una selección de lo que hacen sirve para entender que de alguna manera no hay instrumentos mayores o menores. Hay el hombre detrás, él despierta la música aunque sea de un parche de cuero de cabra, de una caña, de unos tientos de tripas, de unas tablitas que dejan pasar el aire.