martes, febrero 10, 2015

Soledad



A veces hay que darse el gusto. Uno siquiera.

Por ejemplo, éste, que no es uno sino tres gustos a la vez.


Aquí está Soledad, fíjese.

Para muchos, digo por decir algo, en El secreto de sus ojos Darín es la estrella y Francella la revelación.

Pero para mí es ella las dos cosas. Si viera lo difícil que es hablar con los ojos, con los gestos sutiles, hasta con un movimiento de las manos.

Y, entonces, cuando puedo, me doy el gusto de verla actuar. Y ahí va el primer gusto.

A mí se me hace que es una actriz nata. Que casi no actúa, si hasta parece. Porque es como si hiciera verdad aquello de que ars celare artem...


Pero Soledad Villamil canta, además. O mejor dicho, se da el gusto de cantar. Y es el segundo.

Me dirá alguno -nunca falta un buey corneta...- que es una mezcla de Tita Merello con Lidia Borda y cosas así. O que les parece que desafina aquí y allá, y esos moños que sentencian los paladares negros del pentagrama. Y ella que canta, con sus más y sus menos. Sí, ¿y?

Pamplinas, mire. No les haga caso.

Qué no ni no....

Canta casi como actúa. Sin que se note.

Por eso mismo: me doy el gusto de oírla cantar (y es el tercero...)

Y eso nada más que porque parece que a ella le gusta darse el gusto de cantar.


Y, para mí, basta.