¿Qué quiere que yo le haga?
Tengo esa como debilidad oriental.
Y entonces, de tanto en tanto, tengo que darme un baño de río y saltar a la orilla oriental. Y allí andar como niño, como un viajero local, y verlo todo, oírlo todo. Y andar por lo alto y lo bajo, por lo zurdo y lo diestro, lo noble y lo plebeyo. Por más que me digan (y mire que me dicen, y viera todo lo que me dicen...), es inútil.
¿De qué brote de qué tallo me viene esta como debilidad oriental? ¿De dónde le deberé -o creeré que le debo- algo? ¿Qué -quién- me llama desde allí? Vaya a saberse, porque no lo sé. Será un berretín, quién sabe.
No le hace: allá voy otra vez, más bien por calles y tablones orientales.
Porque tengo esa como debilidad oriental.