jueves, mayo 31, 2012

Um outro Brasil

Nunca fui muy lejos por la vereda brasileña. No sé por qué, nunca llegué muy lejos.

Portugal y su lengua siempre me gustaron. Con Brasil y la suya, nunca pude (y si oye esto una querida colega de aquellos lares, me retira el saludo, supongo...)

Tampoco ha de decirse que nada de nada, por supuesto. Siempre encontré algo que me valiera.

Ahora, y ya que no se me da por recorrerlo en el espacio, anduve andándolo por el tiempo. Y así fui a dar, curioseando, con unas cuantas composiciones del siglo XVIII, la mayoría, y unas pocas de después, pero de apenas después, porque no pasan de mediados del XIX.

Y aquí están.

Marcos Portugal, lusobrasileño, hizo estas dos, Ah! Marilia que tormento / Os mares minha bela, que suenan juntas. También suya es Cuidados, tristes cuidados y, con Domingo Caldas Barbosa, Você trata amor em brinco.


Por su parte, A paixão que sinto en mim es de Joze Maurizio y De mim já se não lembra es de Antonio Jose da Silva; así como Estas lágrimas sentidas es de Joaquim Manoel da Câmara y Lá no largo da sé velha de Cândido Inácio da Silva.

Mientras, quedaron anónimas para la historia, por ejemplo, Acaso são estes, Quem ama para agravar o Meu amor, minha sinhá.


Para salir de aquí, creo que Casinha pequenina, por Alice Ribeiro, es una magnífica puerta. Dicen que la canción tiene autor desconocido y que se grabó por primera vez en 1910, aunque se estima más antigua. La composición pertenece a un especie típicamente popular de canción brasileña de tema amoroso, la modinha. Aunque aquí la canta una mujer, sus versos son para ser dichos por varón.

Tu não te lembras
da casinha pequenina
onde o nosso amor nasceu?
Tinha um coqueiro do lado
que coitado de saudade,
já morreu.
Tu não te lembras das juras,
oh, perjura,
que fizeste com fervor?
Daquele beijo demorado,
prolongado,
que selou o nosso amor.

viernes, mayo 25, 2012

Pingos


Atahualpa Yupanqui le puso música a estos versos de Carlos 'Cacho' Castello Luro, en los que, dicen, hay nombrados 54 pelajes de pingos de la pampa:
Pelajes Entreverados

Tuve un lindo doradillo,
salió de un monte con puerta;
medio charcón, lista tuerta
y apenitas de colmillo.
Por lo blanco en los codillos,
era mi flete lagarto,
recio de encuentro y de cuartos,
como venao de ligero:
ni lo veían los rayeros,
de ganar ya estaba harto.

Se lo llevó el romerillo
por emprestarlo una vuelta,
ya no arrebata más sueltas,
se apagó mi doradillo.
Hoy tengo un chuso tordillo
de los llamados sabinos
y como buen argentino
no me podían faltar
dos gateaos para mudar:
uno rubio, otro barcino.

Un flor de gateao tiznao
me sacó de mil apuros
marca de Remigio Luro,
me lo habían regalao.
De ahí procedía un bragau,
un tostao, un lunarejo,
un zaino mula ya viejo,
un anca mora, un barroso,
y un lindo palomo brioso,
un nevao y un azulejo.

Amancé unos testerilla,
cabos negros, varios moros,
mala cara, sangre i' toro
y un rosillo mascarilla,
un colorao gargantilla,
un picasito lucero,
un rosao, un zarco overo
y, como suebra pincel,
tuve un zaino negro argel
y un tubiano pescuecero.

Sé distinguir un trabao,
un pico blanco, un lobuno,
anca nevada y cebruno,
rosillo moro y cruzao,
maneao de atrás, el fajao,
raya i' mula, el media res,
mancha, pintao, yaguané
rabicano y por si salvo:
uno, dos, tres y cuatro albo,
bien calzao y pangaré.

A los bayos no los mato;
naranjos, blancos, rodaos,
pampa, ruanos, enceraos,
el canario, el huevo i' pato
y pa' dir cerrando el trato:
llueve y no llueve es la menta,
me he referido al tormenta,
pa' muchos entrepelao.
Y si de algo me he olvidao,
vayan sacando la cuenta.

Así que saquen la cuenta.


Mientras vamos sumando, Alberto Merlo, que sabe, dice cosas de El doradillo mentao, El lunar de mi tropilla, El alazán y se va con el triunfo del juego nacional, El Pato. A su modo, don Argentino Luna, al aire libre, hace El oscuro patas blancas, mientras el payador Carlos Ramón Fernández recita El tordillo de la historia.

Para final, dejo El moro. La grabaron Carlos Gardel y José Razzano en 1918 con la orquesta de Firpo. Gardel hace la segunda voz, fíjese usted. Y la letra, digo yo, es una simple sextina que es una delicia por mil razones.

Indio, volvéme mi moro,
que me has llevado la vida.
Mi bien, mi único tesoro,
yo te daré mi querida,
mucho mejor que el oro.
Indio, volvéme mi moro.

Y así, entre las patas de los pingos, pasó el 25.


sábado, mayo 12, 2012

Osiris

Aquí están, por ejemplo, todos ellos: Carlos Di Fulvio con Domingo de agua; Eduardo Falú con Tiempo de jacarandá; Los olimareños con Corrales de Algorta; Jorge Cafrune con El peón recorredor; José Larralde con Canción secreta y los uruguayos Amalia de la Vega (emblema de la música de la Banda Oriental, en otros tiempos), haciendo Como yo lo siento y Alfredo Zitarrosa que hace las Décimas a Jacinto Luna.

Tienen en común que cantan versos y músicas de Osiris Rodríguez Castillos. Buen compositor es el uruguayo. Tiene buen gusto y sabe lo que hace. Que sea hombre de las izquierdas orientales y se lo tenga entre ellos como vacasagrada de esas veredas, no se nota cuando hace lo que mejor sabe. Y no que de a ratos no cuente la historia y algunas historias según se ven las cosas si uno anda escorado y rengo de una pata.

A mí me gustan muchas de las cosas de Rodríguez Castillos. Las que le pertenecen a él. Las otras, creo, le pertenecen más bien al Partido, por decirlo de algún modo, entonces son menos suyas y me gustan menos..., y discuta si tiene ganas, pero resulta que así es.

Me gusta, por ejemplo, que haya gastado buena parte de su vida en hacer una guitarra que sonara como él quería. Es suyo, además, el tantas veces oído Romance del Malevo, que hizo famoso a un perro cualquiera, pero otro día le cuento...

Murió en 1996, tenía unos 71 años.

Así como la lista del principio, hay pelotones enteros de gentes de canto que le han cantado sus asuntos. Y creo que, en este caso, la variedad y el número de los intérpretes es prueba de que el hombre tenía sus calidades. Dicho sea de paso: me entero de que no conoció la música que Falú le había puesto a su Tiempo de jacarandá.


Y hasta aquí llego hoy. Para ir terminando, dejo al propio Osiris diciendo lo suyo en La huella del rastreador, La galponera, Poncho Negro y El camino de los quileros.


jueves, mayo 10, 2012

Tres con pájaros



Al fin la lluvia, que podría ser la puerta fresca al fresco. No es seguro, claro. Nada es seguro en estos tiempos...

Pero pasó que amaneció con luz de otoño y un barullo de pájaros humedecidos y festivos, que quién sabe por qué se entusiasmaron tanto. Y siguen ahora que ya empezó la tarde.

Hasta una bandada de graznidos raros e inquietantes cruzó a media mañana del este al poniente, en V, como debe ser. Qué serían. Adónde irían.

Mientras la noche goteaba todavía y el día apuraba nubes ligeras y bajas, oía a Zitarrosa. Y le cacé al vuelo tres con pájaros: María Serena mía, Pichón de amor y Dulce Juanita.

A su modo aladas las tres, de distinto plumaje pero bien bonitas en sus melodías y en su poesía, casas más o menos.

Y pasó la mañana.

martes, mayo 08, 2012

Cello



Es uno de mis preferidos, si acaso no es el instrumento que más me conmueve, después del sonido de la voz, se entiende.

Y es muy acorde y apropiado para cuando las hojas caen y amarillean la tierra y este mundo.

Que el frío se haga esperar es cosa que tal vez los hombres hayamos hecho.

Pero también hicimos el cello, qué tanto, y así, con él, es como se olvida uno de a ratos de que lo que espera no llega..., cuando uno querría.

Dejemos que el tiempo haga el tiempo y mientras, allí vamos por los caminos amarillos, entonces, con esta Meditación que está en la Thais de Jules Massenet y que aquí deja Yo Yo Ma.

No sé qué pensará usted, mi amigo, pero digo que no tienen que faltar estas exquisitas notas que pulsa Werner Thomas para Les larmes de Jacqueline que hizo Jacques Offenbach.

Y de una a otra, va esta Jacqueline du Pré -una de mis mimadas- con Le Cygne, de Les carnaval des animaux de Camille Saint Säens.

Si se me permite, dejo esta travesura de Yo Yo Ma que transcribe para cello El oboe de Gabriel y Cataratas, dos temas que Ennio Morricone compuso para La Misión, como ya se sabe, y usted disculpe el salto...

Ahora bien: por más desotoñado que ande el mundo del sur en estos días, ¿usted cree que me iría de esto sin Bach? No, claro, cómo así.

Por eso le toca esta vez a Misha Maisky salir de esta entrada con la Suite número 1 en sol mayor del memorable de Eisenach.