Algunas muestras más del XVII italiano, que también acompañan bonitamente las horas y labores.
Nuevamente Stefano Landi, esta vez con Canta la cicaletta, en la que los versos dicen el deseo feliz de poder morir cantando, como la cigarra.
Una pieza anónima -atribuida a Sigismondo d'India-, Sfere, fermate en la que, en el tono de la poesía cortés, la amada es el paraíso incomparable con las revoluciones del cosmos, los cantos de las aves ed altre tante cose...
Volviendo a los oratorios de Antonio Caldara, un aria de Maddalena ai piedi di Cristo, Per il mar del pianto mio, en la que la soprano María Kiehr, diría un servidor, realza la belleza lacerante de la partitura.
Ya por cuenta del suscripto, y como yapa, un agregado siciliano tradicional, Silenzio d'amuri, en la áspera lengua de la isla, que, sin embargo...