Los matices son importantes. Como creo también que en esta cuestión, mientras estamos en este valle, no hay infinitas variantes. Como por otra parte, es casi obvio decirlo, creo que las alegrías están enlazadas, siquiera secretamente, de modo que cuando aparece alguna de sus formas, es porque probablemente haya otra cerca.
Así, un domingo cualquiera, a la tarde, gris el día, apenas ventoso y neblinoso, mientras labora uno serenamente en las cosas del oficio, puede pasar que se dé de manos a oídos con Nicola Matteis. Y puede pasar que uno celebre con enorme alegría su ignorancia acerca del sujeto y su arte.
Nicola Matteis pasa por ser el aparentemente napolitano que allá por la década de 1670 les enseñó a los ingleses en Londres que el modo francés no era el único para componer y tocar el violín. Estaba el modo italiano. Y se enamoraron de él y de su modo de tocar y componer. Algún biógrafo y contemporáneo dice que ese amor no venía del talante de Nicola, que era borrascoso y hasta cerril, sino de su arte.Y se comprende. Alegra oírlo.
No se sabe mucho de él. Se dice que es de Nápoles pero es probable que siendo joven ya estuviera en Londres. No vivió sino unos 40 y tantos años. Se sabe que casó con una viuda rica. Y para peor, su hijo es homónimo y es también compositor y violinista. Es notable cómo en varias fuentes (textos y contratapas de discos) se confunde a uno con otro.
Nicola padre, el que cuenta, compuso unos cuadernos de grande fama e influencia en su tiempo: Ayres for the violin. Entre una cosa y otra, compositor y ejecutante, hizo fortuna. Demasiada, parece. Y en pocos años se dio a los vicios y perdió todo, hasta que llegó a su puerta una muerte que lo encontró enfermo y en la mayor pobreza.
Pero.
Quedaron sus partituras.
Sus Ayres están compuestos con estructura de suites.
Una selección de ellas hace aquí Accordone con la dirección de Guido Morini.
Esta otra es una Suite en La mayor para dos violines y bajo continuo que ejecuta The Arcadian Academy con instrumentos de ese tiempo.
Un conjunto de Ayres para flauta, violin y bajo continuo en Sol mayor, en manos del Palladian Ensemble.
Otros Ayres en Mi mayor, con el violín solista de Hélène Schmitt, acompañada por Jörg-Andreas Bötticher y Gaetano Nasillo.
Y, por los mismos intérpretes, esta Suite en Re mayor.
Ya ve.
Eso es todo lo que uno necesita un domingo a la tarde para alegrarse.
O no todo.
Recuerde que las alegrías no andan de a una.