Tuvieron una idea. Fueron a buscar fuentes de inspiración de Georg Philipp Telemann, pero no en Italia o Francia, que es más fácil, sino en Europa del este, que es más ingenioso.
Investigaron y dieron con dos coleecciones de manuscritos de danzas populares que, dicen, consultaba Telemann cuando incluía melodías de esos orígenes en sus partituras. Tales colecciones son dos: el Melodarium de Anna Szirmay-Keczer y la colección Uhrovec.
Entonces, los señores holandeses compusieron Barbaric beauty, un disco en el que mezclaron e intercalaron las melodías folklóricas polacas, húngaras y aún de más allá, que tomaron de los manuscritos, con partituras del barroco musical del siglo XVIII.
Miloš Valent, un especialista en ambas cosas, tuvo a cargo el violín y Jan Rokyta los vientos y el címbalo.
Y quedó muy bien.