Ya había pasado de largo la medianoche. Al final de la conversa, una discusión sinuosamente vagaba, porque tampoco era cuestión de zambullirse en una gresca.
¿Las últimas cosas de Andrea Bocelli? ¿Henry Purcell y su The Fairy Queen?
Confieso que defendí tibiamente lo primero, sin convicción. Porque no me convence del todo. Tal vez, después.
Conceder fue a bajo costo.
Purcell.
- Gracias..., pero, ¿no te parece un poco largo...?
- Sí. Pero tiempo es lo que te regalan hoy día. Y pasar dos horas y pico con una ópera inglesa del siglo XVII sobre la reina de las hadas, se me hace más sabroso y nutricio al corazón que leer 20 diarios o que ver 7 noticieros monotemáticos o navegar al garete por un artículo confuso de Alexander Dugin o masticar corcho con el desgano sofisticado de Yuval Harari o ver las caras de circunstancias y oír los lugares comunes de los parlantes en todas las lenguas o sufrir un comentario "económico" de Marcelo Bonelli sobre el color de las medias de Miguel Pesce o tener que oír la profilaxis sexual que recomiendan los funcionarios y que Fernández avala diciendo que sin saber del tema o deambular por las conspiraciones de alta, media o baja densidad de las redes o recorrer como si fuera un general en campaña una infografía del entero planeta metro por metro y en tiempo real o la...
- Ya, ya... entendí... Poné la música, mejor...
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La ilustración está tomada de la edición de Phantastes, de George MacDonald, que ilustró Arthur Hughes.