La izquierda, en general, es gorila. No puede menos, le viene de raza.
Vea, si no le cree a un servidor, la evolución del concepto de justicia en relación con la revolución en Karl Marx y después me cuenta. Y nada de que son textos de juventud... en el último Marx. A la izquierda le encanta la exégesis interminable de cada eructo del fulano.
No pueden con el hombre común en estado puro y real, porque al hombre común en estado puro y real no lo mueve en lo más mínimo el apetito histórico de revolución. Para que el pobre animalito llegue a las luces de la historia, hay que esclarecerlo, concientizarlo y transformarlo. Y adivine usted quién lo hará... sí, acertó.
Ese desprecio es gorila, ya ve.
Que haya un capitalista gorila es un lugar común que no merece mucha tinta.
Que la izquierda sea gorila (así como que, en casi -y casi sin casi...- todas las versiones del peronismo, el peronismo es gorila), es un asunto que merece más atención.
Atención la suya, cumpa, porque un servidor se va a ocupar de otra cosa ahora. Que es lo mismo, pero distinto.
A mí siempre me gustó don Juan D'Arienzo, el Rey del Compás que le dicen.
Una vez dijo:
A mi modo de ver, el tango es, ante todo, ritmo, nervio, fuerza y carácter. El tango antiguo, el de la guardia vieja, tenía todo eso, y debemos procurar que no lo pierda nunca. Por haberlo olvidado, el tango argentino entró en crisis hace algunos años. Modestia aparte, yo hice todo lo posible para hacerlo resurgir.
En mi opinión, una buena parte de culpa de la decadencia del tango correspondió a los cantores. Hubo un momento en que una orquesta típica no era más que un simple pretexto para que se luciera un cantor. Los músicos, incluyendo al director, no eran mas que acompañantes de un divo más o menos popular. Para mi, eso no debe ser. El tango también es música, como ya se ha dicho.
Yo agregaría que es esencialmente música. En consecuencia, no puede relegarse a la orquesta que lo interpreta a un lugar secundario para colocar en primer plano al cantor. Al contrario, es para las orquestas y no para los cantores. La voz humana no es, no debe ser otra cosa que un instrumento más dentro de la orquesta. Sacrificárselo todo al cantor, al divo, es un error.
Y, aunque hay letras que tienen mucha gracia y algunas hasta gracia poética, hay que reconocer que, sean lo que hayan sido sus comienzos, el tango era más bien para bailar y la letra fue un agregado posterior, a veces feliz.
Dejo en primer lugar una muestra con 6 tangos "enganchados".
Pero.
Ya está dicho: la izquierda es gorila.
Y ahí va un caso de lo mismo. En el suplemento Radar, en la edición del 24 de noviembre de 2002 de Página 12, un tal Diego Fisherman desparrama fútil erudición de mediopelo en una nota que tituló Fascistango.
Allí nos esclarece acerca de dos piezas tangueras que interpretó Alberto Echagüe con la orquesta de Juan D'Arienzo: Che, existencialista y Giuseppe, el crooner.
(Para la afición, cruners serían cantantes como Bing Crosby, Frank Sinatra o Dean Martin, que con voz seductora y grave cantan con orquestas detrás.)
La letras son todo un manifiesto, eso es claro. Pero entender por qué y de qué hablan, eso es más difícil para el ojo siniestro.
En fin. Fíjese si le parece: oiga primero lo que queda más abajo, después lea como ejercicio de paciencia lo que dejé más arriba.
Y, si quiere, otro día hablamos.