"Las Siete Últimas Palabras de Cristo en la Cruz" de Joseph Haydn (1732-1809), es una de las obras musicales más representativas del "Siglo de las Luces". Más de doscientos años nos separan de dicha época y, a pesar de ello, su mensaje espiritual y su potencial expresivo conservan toda su vigencia y todo su poder sugestivo. La maravillosa Luz que emana de cada una de estas páginas se ha mantenido intacta gracias al genio creativo, a la riqueza interior y a la capacidad de simbolismo poético/musical del maestro de Esterházy. Siete movimientos lentos --ocho si contamos con la Introduzione-- realizados con una tal variedad de recursos en la invención musical, en los ritmos, en la dinámica, en las tonalidades, en la selección de los temas, y en una pintura sonora y expresiva excepcional, que uno pierde totalmente conciencia de la sucesión de piezas de aspecto y dimensión muy parecidas. Pero sobre todo hay que señalar el factor esencial que da un valor totalmente especial a este ciclo: el clima expresivo es constantemente de una intensidad y de un fervor supremamente emocionantes. Haydn así lo entendió cuando él mismo nos contaba su idea: "Cada sonata, o cada texto queda expresado por los únicos medios de la música instrumental de tal manera que despertará necesariamente la más profunda impresión en el alma del menos enterado de los oyentes". (Carta del 8 de abril de 1787 a su editor de Londres William Forster).
En el momento en el que le llegó este encargo especial, a principios de 1786, Haydn era ya un maestro famoso conocido en todo el mundo musical, pero en seguida se siente fascinado por la especial dificultad del proyecto. En su autobiografía, el canónigo ("l'abbé") Maximilian Stadler (1748-1833) nos explica que se encontraba en casa de Haydn cuando llegó el encargo: "A mi también, me preguntó lo que pensaba de ello. Le contesté que lo mejor me parecía empezar por adaptar a las palabras una melodía apropiada y repetirla después para los instrumentos solos. Fue lo que hizó, pero ignoro si él mismo habia tenido esta intención". En el año 1801, en el momento de la edición por Breitkopf & Hártel de la versión vocal de la obra, fue publicado un texto explicativo y bastante plausible, redactado por Georg August Griesinger (1769-1845), próximo biógrafo de Haydn, en el cual se nos describe el contexto y las circunstancias de esta creación, según sus propias palabras (ipsissima verba):
"Hace unos quince años, un canónigo de Cádiz me hizó el encargo de componer una música instrumental sobre Las Siete Últimas Palabras de Cristo en la Cruz. Se tenía entonces la costumbre en la catedral de Cádiz de ejecutar cada año, durante la cuaresma, un oratorio cuyos efectos se encontraban reforzados por las circunstancias siguientes: Las paredes, ventanas y pilares de la iglesia estában tendidos de tela negra, solo quedaba una gran lámpara colgando en el centro que rompía esta santa oscuridad. A mediodía se cerraban todas las puertas y entonces empezaba la música. Después de un preludio apropiado, el obispo se subía al púlpito, pronunciaba una de las siete palabras y la comentaba. A continuación, bajaba del púlpito y se prosternaba delante del altar, este intervalo de tiempo se llenaba con la música. El obispo subía al púlpito y bajaba por segunda vez, por tercera vez, etc... y cada vez, la orquesta intervenía al final del sermón. He tenido que tomar esta situación en cuenta en mi obra. La tarea que consistía en hacer que se sucediesen siete Adagios, cada uno de diez minutos aproximadamente, sin fatigar al oyente, no era cosa fácil."
El hecho de que esta música debía servir de contrapunto espiritual a un comentario hablado sobre las siete últimas palabras de Cristo, explica la costumbre de realizarlo con una música puramente instrumental.
Esto cuenta Jordi Savall respecto del oratorio instrumental que compuso Joseph Haydn.
Sobre este tema hay infinidad de sermones y composiciones musicales corales e instrumentales a lo largo de los siglos.Y sigue lleno de misterio como al principio, cuando las Palabras fueron dichas por primera vez.
En su versión coral, me quedo con ésta obra de César Franck (1822-1890), curiosamente una de sus años oscuros (1859), que, si me preguntan, diría que en algo es más acorde con las Palabras que la del maestro Haydn. La obra fue descubierta tardíamente y nunca se ejecutó en vida de su autor, quien probablemente la compuso para la Semana Santa de 1860. Hoy día, incluso, es escasamente conocida.