Hace tiempo ya que mido las distancias de las travesías en tiempos de músicas.
Es con mucho mejor para andar caminos o descampados felices, cruzar la noche entre bosques fragantes, matear las tardes por sierras o llanos infinitos, entrigados, enmaizados. En buena compañía.
Estudio mapas y cartas de viajar. Pero. No mido tanto kilómetros. Tramo melodías. Para saber cuánto oiré mientras ando y veo.
Porque así es como -aunque viaje solo- la buena compañía transcurre en buena compañía.
Mariana Flores, por ejemplo, soprano mendocina que ya es un nombre en todas partes. Especialista en barroco.
No hace mucho que la busco y la oigo. No hay demasiado de ella por allí, y debería. Es una muy buena voz, a mi pobre saber. Pero una mujer que canta no puede ser sólo una buena voz. Sería como si fuera sólo una cara bonita. Y diría que es más.
Dejo una muestra variada de su arte.
Y otra aquí, donde interviene en un concierto de Cappella Mediterranea, pulcrísimo ensemble que dirige el platense Leonardo García Alarcón. Amore siciliano se llama el programa -tradiciones sicilianas y obras de autores barrocos- que fue parte de una edición reciente del Festival de L'Ambronay, en 2014.
O, mientras el viaje sigue, esta versión de Dido & Eneas de Henry Purcell, que L'Arpeggiata de Christina Pluhar llevó al Festival Oude Muziek de Utrecht, en 2015.