Es la sombra. Como un reparo. Una demora apenas de la fragua inútil de marzo y hay que buscar refugio en el agua que corre como un arroyo fresco.
Es bueno ampararse en el laúd. Sones de aguas claras.
No llegan a la total melancolía. Para eso es el cello, la viola.
Aquí quedan venecianos del Cinquecento.
Joan Ambrosio Dalza, Francesco Spinacino, Vincenzo Capirola, Franciscus Bossinensis.
Las manos son de Christopher Wilson y Shirley Rumsey.