La conversación fluía animada y podía engañar al más atento y perspicaz. Se diría que era importante saldar allí mismo la cuestión.
¿Es o no lo mismo Ars Nova que Ars Subtilior? ¿Son padre e hijo? ¿Hermanos, acaso? ¿Parientes, siquiera?
Un servidor prestaba atención y se regocijaba con las fintas de los argumentos y quisicosas de la contienda. Pero, perspicaz y ladino como es, un servidor, compadre, no es gente de andar metiéndose donde nadie lo necesita.
De modo que.
Con paso breve, pero firme, se escabulló por el foro, seguro de que su presencia no sería extrañada.
Se arrinconó calladamente y, mientras veía formarse el nuberío al poniente, al amparo de la Eugenia abrazada a Don Limón, rescató de su morral algunas piezas del dúo Asteria y de otros especialistas en acto, que no en discursos, y oyó reposadamente las sutilezas que se gastaban los cansinos medievales del XIV y los entusiastas seguidores del XV.
Tendrían el puntillo de honra de a ver quién lo hace más complejo, ingenioso y sutil. Concedo. Pero, al menos, meu amic, si se entreveraban en sutilezas, lo hacían asaz bellamente.
Dígame si no...