Dice Marcel Pérès que fue recién a fines del siglo pasado que se encontró esta obra de fines del siglo XV en una de las más antiguas iglesias de Amsterdam. Dice también que se le atribuye a cinco fuentes distintas: dos no mencionan autor; dos mencionan a Antoine de Févin; una, el Codex Occo, la atribuye a Antoine Divitis. Esa versión es la que grabó en 2012 con el Ensemble Organum, que dirige, en un volumen que tituló Lux Perpetua: Requiem.
Dice por otra parte que Occo -rico mercader- es el mecenas que pagó el manuscrito precioso que se halló y que tiene unas 15 misas de autores notables de aquel tiempo.
Además de otras precisiones musicales, dice Marcel Pérès:
Antoine Divitis and Antoine de Févin belonged to the last generation of those men who, at the end of the so-called 'Gothic' era, brought to its highest degree of sophistication the science of numbers applied to the art of sounds. Not until Johann Sebastian Bach and, later, the serial combinations of the twentieth century will we meet once more the fascination that comes from the contemplation in sound of the laws of numbers -and then it will be in a quite different context. For these men of the fourteenth and fifteenth centuries were not only composers; they were first of all members of a choir -all of them priests and canons- attached to the service of a ritual, and through the effect of their consecrated voices they manifested the presence of a tradition, not as an outmoded catalogue of conventional gestures and words, but as a living energy, an immanent flame that illumines the awareness of being present at a ceremony of cosmic, telluric and eschatological organisation: the organisation of liturgical time.
Durante mucho tiempo estuve buscando un Requiem que me conformara. Que no tuviera la majestad impostada ni la profundidad ficta de una obra monumental. Que no fuera virtuosismo sin más. Que tuviera el hálito de la oración más que el de la ceremonia. Que fuera un rito más que una obra de catálogo o por encargo.
Nunca encontré lo que buscaba.
Pero creo que éste es uno de los que elegiría y que descubrí apenas días atrás. Y eso por una parte de las mismas razones que expone allí el francés.
Por otra parte, titular la interpretación de un Requiem como Lux Perpetua, no deja de ser una fina perspicacia que merece ya sólo ella un aplauso.