Podría decirse tal cosa por su sangre o su prosapia, porque es hija, nieta, bisnieta y esposa de condes portugueses. Se me disculpará si me excuso de poner aquí todos sus nombres y títulos: el único que cuenta ahora es fadista.
Al margen de otras consideraciones, son su voz nítida y su buen gusto para decir el fado los que la hacen, como se ha dicho de ella, uma distinta senhora.
Partió desde Sintra hacia el cielo de los que saben su arte, en julio de 1993. Tenía unos 75 años, pero algo de lo que había venido a hacer a este mundo estaba cumplido, creo yo.
A mediados del siglo XII, apareció en el valle de la Baïse una abadía cisterciense hija de otra que había en los Altos Pirineos, en el sudoeste de Francia. Borgoñones que llegaron a la Gascuña a fundar, hicieron florecer, junto con los gascones, lo que terminó convirtiéndose en uno de los centros de irradiación monacal, incluso hasta en España.
Así nació y prosperó la abadía de Flaran en la que se grabó este volumen que dejo ahora aquí y que celebra el canto cisterciense, también con partituras de siglos posteriores como las de Victoria. A mi juicio, que no es el de una autoridad, sorprenden bastante las sonoridades y la variedad de voces en este trabajo.
Los intérpretes son el Ensemble Antiphona, cuyo director es el vocalista lituano Rolandas Muleika, y la Maîtrise du Conservatoire de Toulouse; ambas formaciones -dicen los entendidos- llevan la impronta del lituano, apasionado por la música meridional francesa.
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El programa:
1. Litaniae in honorem Beatae Mariae Virginae 2. Jesu dulcis memoriae, motete de T.L. Victoria
Primera alabanza: San Roberto de Molesme
3. Dives in cunctis, himno 4. Beatus Robertus Abbas, antífona y salmo 109 5.Super Exordium, lectura 6. O Beati viri Roberti 7. Maria virgo virginum, Codex Las Huelgas 8. Alma redemptoris mater, antífona
Segunda alabanza: San Alberico
9. Pulsante cithara, himno 10. Viduata Suo pastore Roberto, antífona y salmo 110 11. Super Exordium, lectura 12. Propter testatmentum 13. Ex illustri Codex Las Huelgas 14. Ave Regina coelorum, antífona Tercera alabanza: San Esteban Harding
15. Sublimis aula caelitum, himno 16. Venerabilis Pater Stephanus, antífona y salmo 112 17. Super Cartam Caritatis, lectura 18. Domine praevenisti eum 19. Salva porta regis glorie, Codex Las Huelgas 20. Salve Regina, antífona
21. Laetare Felix Cisterciem, antífona y Magnificat de T.L. de Victoria
Il lamento dei mendicanti, de Matteo Salvatore, es un conjunto de canciones populares y de autor, grabado originalmente en 1966 por este hijo de la sureña Puglia, que murió hace 10 años.
No todas son músicas antiguas sino que se han mezclado aquí con canciones que solían algunos cantar en plazas y calles de la bassa Italia, nel dopoguerra (dopoguerra... e dopofascismo, se capisce..., perché... perché era più sicuro, e perché una cosa è essere un comunista e un'altra è essere stupido; e un italiano, mai...)
Como otros de su origen, Salvatore fue hombre de izquierda, comunista y militante, especie de emblema musical del sector como en tantas partes ocurre, y por eso mismo lo reconocieron y homenajearon sus compagni.
Y a diferencia de otros compagni, se me hace, Salvatore tenía talento y oficio para la música popular y folclórica, y especialmente para la de su terra pugliese (porque, aunque parezca raro en nuestras pampas, algún talento hay que tener y no alcanza con el carnet del partido, carissimi...)
Para conocerlo, si no se lo conoce, me parece que basta esta selección que dejo aquí, ramillete de cosas varias que muestran su arte. Y su ideología, claro (que, como toda ideología, se desvive por las contraseñas y dice previsiblemente lo que es previsible que diga...)
Una nota al margen para la colección Musique d'abord, del sello Harmonia Mundi. Tanto la colección (de nombre sugerente en la vida política y cultural francesa por su asociación con la consigna maurrasiana: politique d'abord, digo yo) como el sello, tienen un catálogo de lo más interesante y recomendable por su variedad y buen tino en la elección de obras e intérpretes, hasta donde alcanzo a ver.
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El programa de este trabajo: 1 Il lamento dei mendicanti 2 Mo ve'la bella mia da la muntagna 3 Lu furastiero 4 Il pescivendolo 5 Il giorno dei morti 6 San Michele del Monte 7 Padrone mio 8 Popolo del paese 9 La storia dei due fannulloni 10 Inno della republica 11 Francisco a lu paiese 12 Lu pecurere 13 Lu polverone 14 La notte e'bella
Me dicen que la abadía de Le Thoronet es una joya del arte arquitectónico cisterciense (románico del siglo XII) en la Provenza francesa y, por lo que vi, así parece.
Allí se grabó la Messe de Notre Dame de Guillaume de Machault y lo hizo el Ensemble Gilles Binchois que fundó en 1979 Dominique Vellard y que todavía dirige. Binchois, dicho sea de paso, es un afamado compositor belga del XV a quien homenajearon de este modo.
Machault es un compositor notable de música profana y religiosa del siglo XIV, que lleva el mote de gran artista y de innovador, especialmente en los prolegómenos de la polifonía. Esta misa dedicada a Nuestra Señora, por ejemplo, es el primer ejemplo del ars nova en este rubro, como obra salida de la mano de un solo y mismo autor. Ars nova, por su parte y más allá de sus variedades francesa o italiana, es una modalidad de composición que introdujo grandes cambios en las partituras, notaciones e interpretaciones de la música y el canto en aquellos tiempos y que fue el antecedente de mayor influencia para la modernidad musical hasta el siglo XVII, según dicen y así parece.
La vida de Guillaume de Machault es en cierto sentido apasionante por lo azarosa y algo agitada. Pero eso, entiende un servidor, no viene a cuento ahora.
Según los eruditos, Otfrid von Weißenburg es el primer poeta alemán conocido que compuso en lengua vernácula.
Su obra más famosa fue Evangelienbuch y pertenece al llamado renacimiento carolingio del siglo IX; se supone que fue compuesta hacia el final de su vida, que se extiende por unos 70 años desde el año 800.
Monje en la abadía de Weißenburg en Alsacia, Otfrid enhebró en más de 7.000 versos una especie de concordia evangélica, relatando en cinco libros la vida de Cristo, y lo hizo en franconio, dialecto del antiguo alto alemán.
El tenor y musicólogo alemán Wilfried Rombach (primero desde la derecha, en la foto) es el director del Ensemble Officium y grabó en 2005 casi dos docenas de fragmentos del Liber Evangeliorum que corresponden al tiempo de Adviento y Navidad. Una de las ventajas de este trabajo es que conserva los fragmentos recitados en el dialecto tanto como los cantados en franconio o en latín. Su ensemble es un conjunto de vocalistas, instrumentistas y recitadores, también ellos estudiosos de estas músicas.
El manuscrito de Heidelberg del que se tomaron los textos que se grabaron aquí está en pneumas, notación de lo que se ha de cantar que se usó antes del pentagrama. Hay que decir que de algún modo hay que reconstruir casi a tientas y acertar con algo que no se conoce exactamente, pero que los eruditos estudian diacrónicamente con mucho cuidado. Los resultados difieren a veces, pero siempre sobre una base sensata que, a pesar de que no puede dar los ritmos exactos o las exactas pronunciaciones, al menos aproxima las sonoridades de aquellos siglos a nosotros.
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Los fragmentos que se cantan: 01. Wola drúhtin min 02. Præoccupemus faciem Domini 03. Vox clara ecce intonat 04. Thiz sint búah frono 05. Aspiciens a longe 06. Ward áfter thiu irscritan sár 07. Sancta et immaculata virginitas 08. Suscipe verbum Virgo Maria 09. Fûar tho sancta Mária. Thó sprah sancta Mária 10. Beatam me dicent omnes generationes 11. Ecce apparebit Dominus 12. Veni redemptor gentium 13. Wúntar ward tho máraz 14. O magnum mysterium 15. Beata Dei Genitrix 16. Tho wúrun thar in lánte 17. Hodie nobis cœlorum Rex 18. Verbum caro factum est 19. Thar was ein mán alter 20. Adoma thalamum tuum Sion 21. Giwérdo uns geban drútin 22. Alma Redemptoris mater
Dice Marcel Pérès que fue recién a fines del siglo pasado que se encontró esta obra de fines del siglo XV en una de las más antiguas iglesias de Amsterdam. Dice también que se le atribuye a cinco fuentes distintas: dos no mencionan autor; dos mencionan a Antoine de Févin; una, el Codex Occo, la atribuye a Antoine Divitis. Esa versión es la que grabó en 2012 con el Ensemble Organum, que dirige, en un volumen que tituló Lux Perpetua: Requiem.
Dice por otra parte que Occo -rico mercader- es el mecenas que pagó el manuscrito precioso que se halló y que tiene unas 15 misas de autores notables de aquel tiempo.
Además de otras precisiones musicales, dice Marcel Pérès:
Antoine Divitis and Antoine de Févin belonged to the last generation of those men who, at the end of the so-called 'Gothic' era, brought to its highest degree of sophistication the science of numbers applied to the art of sounds. Not until Johann Sebastian Bach and, later, the serial combinations of the twentieth century will we meet once more the fascination that comes from the contemplation in sound of the laws of numbers -and then it will be in a quite different context. For these men of the fourteenth and fifteenth centuries were not only composers; they were first of all members of a choir -all of them priests and canons- attached to the service of a ritual, and through the effect of their consecrated voices they manifested the presence of a tradition, not as an outmoded catalogue of conventional gestures and words, but as a living energy, an immanent flame that illumines the awareness of being present at a ceremony of cosmic, telluric and eschatological organisation: the organisation of liturgical time.
Durante mucho tiempo estuve buscando un Requiem que me conformara. Que no tuviera la majestad impostada ni la profundidad ficta de una obra monumental. Que no fuera virtuosismo sin más. Que tuviera el hálito de la oración más que el de la ceremonia. Que fuera un rito más que una obra de catálogo o por encargo.
Nunca encontré lo que buscaba.
Pero creo que éste es uno de los que elegiría y que descubrí apenas días atrás. Y eso por una parte de las mismas razones que expone allí el francés.
Por otra parte, titular la interpretación de un Requiem como Lux Perpetua, no deja de ser una fina perspicacia que merece ya sólo ella un aplauso.
Allí dejo la referencia para quien sea gustoso de siquiera verlo. Es un poema hallado en un manuscrito de alrededor del año 1000 en esa ciudad capital de la Auvernia francesa, fecha que algunos precisan en el 990.
Compuesto en una variante de langue d'oc -suele llamarse romano-, el poema tiene 129 coplas o estrofas de a cuatro versos asonantes y recorre lírica y narrativamente los días de Jesús desde la llegada a Jerusalén hasta la Ascensión. Según los estudiosos del manuscrito, el que sea de aquellos años de fin del primer milenio, le agrega sabor a muchas referencias históricas y teológicas del texto y muestra algo de la idiosincrasia de aquella bisagra significativa del tiempo cristiano.
Brice Duisit, investigador e intérprete de músicas antiguas, dejó en 2005 una versión con melodía reconstruida por él mismo, que acompaña su canto con una viola de arco y algún sonido de caramillo, siguiendo las costumbres de época.
Es muy probable que el poema haya sido compuesto para ser cantado en modo eclesiástico (como una especie de salmodia de pareados, por lo que se ve en su estructura lírica), pero es claro que tiene a su vez un marcado sabor popular y catequético.
Esa misma cadencia hace pensar en el sentido del tiempo que tenían nuestros antepasados un milenio atrás; cuánto tiempo dedicaban a un relato que hoy parecería largo y aburrido, y cuánta atención le ponían entonces.
Pero hace pensar, a la vez, en cuánto puede hacérsele insoportable todo eso a un cristiano de hoy, por mucho que blasone sus amores por los tiempos de la Cristiandad.
Creo que pasa otro tanto con los textos litúrgicos en lenguas afines o próximas a la que hablaba Nuestro Señor, que son de gran antigüedad y que se conservan y cantan todavía en nuestros días.
Como si Jesucristo hubiera nacido en un monasterio de la Provenza o de La Rioja o de la Toscana, y después del siglo XII, por supuesto... (Aunque podría concedérsele -con salvedades- que hubiera aparecido en tiempos del barroco...)
El caso es que nuestra anemia tradicional, nuestra incapacidad para entender de dónde vienen las cosas y por qué, y hacia dónde van, y qué debemos ver en ellas, y cuánto de ellas es sabroso y valioso, termina dándonos una mirada por lo menos algo trivial, una mirada algo bizca que juzga grande y bueno lo que nos gusta, lo que nos suena bien. O, sencillamente, lo que manda el Manual del Tradicionalista moderno, con su pautado decálogo de antigüedades admisibles. Lástima.