sábado, octubre 24, 2020

Linda voz




Los que saben, dicen que el oratorio Juditha triunfans devicta Holofernes barbarie (1716), de Antonio Vivaldi, es el único que se conserva completo de los que compuso.

Tiene una cantidad de asuntos interesantes alrededor. Por ejemplo que el libreto está enteramente en latín, inspirado en el Libro de Judith y en la épica de esta mujer judía frente a los asirios y su rey Holofernes, a quien decapitó, como ya se sabe. Como era obra compuesta para el Ospedale de la Pietà de Venecia, todos los papeles fueron interpretados por jóvenes internas, igual que la orquesta. También están los turcos mezclados en la partitura y el texto, como una celebración veneciana por las victorias recientes de Venecia ante los otomanos. Y cosas así. Por otra parte, los méritos musicales y literarios de la obra están discutidos por los que siempre discuten los méritos de las obras. A mí me alcanzó con lo que oí.

Esta versión que dejo es muy reciente, de agosto de 2020.

Ahora bien. Lo que a mí de veras me atrajo, es haber descubierto que el papel protagónico lo tiene la mezzo Luciana Mancini, muchacha de raíces chilenas pero nacida en Suecia, a la que me encuentro casi siempre en partituras barrocas, tanto americanas como europeas. En este caso, se me hace que alcanza el registro de contralto con facilidad. Y con la dulzura –en la voz– que es la característica que me gusta de ella.





martes, octubre 20, 2020

Paco



El flamenco, ya se sabe, no es solamente guitarra.

Pero sin guitarra no hay flamenco.

Y a veces, oyendo lo que aquí dejo, se tienta uno y da en pensar que sin Paco de Lucía no hay guitarra.

El concierto de Aranjuez y la suite Iberia (para piano).

Ni Joaquín Rodrigo ni Isaac Albéniz se imaginaron que sus partituras iban a ir a dar a esas manos. 

Y no quiero imaginarme la soledad que esa guitarra suya debe sentir, ahora que Francisco Sánchez Gómez, Paco, el de Lucía, oye la música desde el cielo de Algeciras.





domingo, octubre 11, 2020

Baritenor



Instrumento carnoso, oscuro de timbre (un "baritenor", le llamaba Celletti), homogéneo, de proyección espectacular y diamantina en el registro agudo, manejado con facilidad, solo aparente, ya que es el resultado de una personalísima forma de afianzar la zona de paso, mediante el ligero entubamiento del sonido. De impresionante capacidad respiratoria, que le permitía ligar y mantener el sonido (incluso por encima de lo meramente musical, degenerando a veces en excesos atléticos) Posibilidad de regular adecuadamente la dinámica del sonido (escúchese el Si Bemol agudo final de "Celeste Aida", en la grabación de EMI, o a la conclusión del aria "¡Ah! Leve-toi soleil", de Romeo y Julieta de Gounod). En el canto a media voz, el sonido se oscurece, lo cual permite colorear ciertas frases. La dicción no es ejemplar: la "s" sonora resulta confusa y tiende a exagerar, de manera casi grotesca, la "r" final. Cuando canta en idiomas distintos al italiano (en francés, inglés, español y alemán) la pronunciación es muy deficiente. No evita los feos efectos de los portamentos exagerados (escúchese la profusión de ellos en el "Ah si ben mio") y se complace en los calderones. La línea de canto es salpicada de sollozos, resoplidos y bufidos que la vuelven exageradamente melodramática (Vesti la giubba). Le falta habilidad en en canto florido. Cuando el canto requiere voluptuosidad (Mario), fiereza (Manrico) o potencia (Calaf), Corelli es el rey. Corelli supera al Del Monaco, porque cuando quiere, sabe cantar con delicadeza. Iguala a Pavarotti en el mítico Do de pecho.

Esta cita del ya fallecido crítico musical valenciano Gonzalo Badenes Masó (que veo que figura en la enciclopedia libre), se publicó originalmente en la revista Ritmo, una famosa revista española dedicada a la música clásica desde hace casi 100 años. Allí el crítico tenía una columna que se llamaba Voces. La Universitat de València publicó la recopilación de esos artículos en un libro de 2005, a cinco años de su muerte.

Bien.

¿Quién soy yo para enmendarle la plana? 

No puedo decir que no tenga razón y sus razones. Ni lo contrario.

Lo que digo es que no me importa.

Y se los digo una y otra vez. Pero no tengo suerte con los músicos. Ni con los críticos de los músicos. Ni con los melómanos.

Qué remedio.


Franco Corelli (de él estaban hablando...) cantó de todo. 

Y a mí me gusta oírlo cantar canciones de Nápoles.


Y listo.