En mi tierra, la guitarra es otra, suena distinto; sabe a ginebra o a tinto, y acaricia si desgarra. Con la bordona te amarra a alguna pena de amor; pero el gaucho de mi flor, discreto pa'l entrevero, con la prima va primero aunque lo chuce el dolor.
Tiene la viola el sabor, en este rincón amado, del viento que enamorado la hace sonar con primor. Es su sonido el color del campo cuando amanece, de la noche cuando crece, del fogón que la alimenta; tiene el aire de tormenta que de la nada florece.
El encordado parece la reja de una prisión donde el mismo corazón ama, se alegra y padece. Sienta el hombre, si atardece, la delicia de ese canto, la fuerza que dice tanto, su coraje y su ternura, que no hay belleza más pura que su dulce y triste encanto.