jueves, junio 21, 2012

Socavón


Quiero traer algo más del Dúo Socavón que estuve oyendo en estos días. Hicieron que pasara más de un buen rato y eso hay que agradecerlo a la delicadeza y finura de sus interpretaciones, sin estridencias pero con carácter. Buenas guitarras, buenos instrumentos, buenos arreglos. Y una sobriedad de las que no se alquilan.

¿Cómo será que no aprenden, los que dicen algo, que hay que oír más lo que dicen y no a ellos tanto? ¿Cómo se hará para que la interpretación no se interprete a sí misma antes que nada? Mire que he oído gentes cantar... Pocas veces me pasó que haya podido oír serenamente lo que cantaban, porque de habitual se me ponían en el medio los intérpretes. ¿Estará bien esperar, querer que el que dice no esté diciéndose todo el tiempo? ¿Eso querrá decir al fin de cuentas que "el estilo es el hombre"? Muchas veces las voces de las mujeres, por ejemplo, tienen algo especial que hace que uno no quiera oír la canción sin la voz, sin esa voz. Sí, claro. Pero aún en esos casos hay un arte raro e infrecuente: dejar que la voz sea personal, sin que me obligue a cargar con la persona a la rastra. Y eso lo pueden pocas, muy. (Y así es como se ensarta más de uno, vea...)

Por eso.

Patios de la casa vieja es zamba y esta recopilación, sólo instrumental, El 1024, es un gato. La guampada es famoso y gracioso chamamé. Y El violín del violinero (un homenaje a san Francisco Solano) es un escondido.

Dejo para el final esta canción Cuando estoy triste. La voz de Emilio Martínez, a mi sabor, le da al tema reminiscencias de chanson française, mire lo que le digo. Raro, ¿no?