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La cosa es que, apenas hallarla, me ganó el lado del zurdo haciendo Tormenta, tangazo de Discépolo, al que no se le atreve nadie o casi, qué coraje.
Después, con ese exordio eficaz, ya era cosa de dejarla cantar, nomás.
Llegó entonces con un Pedacito de cielo, o Como dos extraños, o incluso con el consabido, pero elegante, Los mareados.
Vi que hacía también con sentimiento Guitarra, guitarra mía y hasta un Tu pálida voz, que se me hizo que era cosa seria.
Y así, como quien no quiere la cosa, Malena cantó el tango.