Le hubiera gustado a Mingo sentarse en un pareán en Tlaquepaque o en San Miguel de Allende, una tardecita templada, para abril o mayo. Buscar una mesa y arrancar con una Indio o una Bohemia, fresca, no fría. Una botanita, una panelita, unos totopos, tortillitas, guacamole, un pico de gallo enchiladito. Y después, cuando empiezan a llegar los mariachis, pedir la botella y seguir con un Reposado, tranquilos, hay tiempo... Encender unos Delicados, unos Tigres...
Así, de pronto, se ponía a cantar con este Pedro Vargas joven que queda aquí, haciéndole la segunda. A don Pedro le habría encantado. A Cuco Sánchez lo dejaría cantar, escuchando con los ojos cerrados como solía.
¿Y qué haciendo un servidor? Jajaja...
¡Qué ocurrencia! ¿Haciendo? Nada. Mirar. Oír. Fascinado. De verlo feliz a Mingo.
¡Qué ocurrencia! ¿Haciendo? Nada. Mirar. Oír. Fascinado. De verlo feliz a Mingo.