Michoacán de México es una linda tierra, le garanto. Y Jalisco lo es.
Tierras cristeras y, en algunos lugares, altos o recónditos, tierra conmovedoramente cristera, hoy todavía. Sé por qué se lo digo.
De allí, de Michoacán, es el niño cristero mártir José Luis Sánchez del Río, al que proclamarán santo el mismo día que a otro José, nuestro José Gabriel Brochero.
El niño -que anduvo y combatió junto a los Cristeros- murió torturado y asesinado en febrero de 1928 a los 14 años por los federales de Plutarco Elías Calles. Brochero murió casi un año después de que el niño naciera, en 1914. Visto así, y viendo que los une el 16 de octubre, día en que se proclama su gloria, se diría que de algún modo el niño tomó la posta del Cura Gaucho.
Serranos los dos, hasta los paisajes que vieron y recorrieron se parecen bastante. Allí gozaron la creación de Dios y allí se gastaron por Él. Una milicia tan ardua y doliente como feliz.
Y por eso más se parecen, creo: el dolor en este valle no les agrió la alegría de la Fe, ni les marchitó la frescura de la Esperanza, que coronaron con un Amor grande. Si hubiera sido de otro modo, no creo que ninguno de los dos llegara a santo. Mucho menos a mártir.
Muy bien.
¿Y a qué viene, entonces, el palique?
Hace un tiempo que vengo oyendo músicas de esto y aquello y, habrá sido por esto o aquello, ninguna me estuvo llamando la atención lo bastante. Así que la bitácora se llamó a silencio.
Pero pasó que se me cruzaron unas décimas que me convidó un joven amigo cuyano, con el anuncio de que iban a tener su melodía. Y al tiempo vino la melodía con la obra completa.
El asunto es una celebración del niño José Sánchez del Río y la melodía, como corresponde, es un aire de corrido cristero, también de cuyano autor. Como cuyanos son también los intérpretes.
Y vi que por todas partes valía traer aquí el resultado.
Más que nada -y salvados los méritos de letra, música e intérpretes- porque me alegra que salga este homenaje y esta celebración desde el sur de José Brochero y le llegue con reverencia y gracia al norte de José Sánchez del Río, y que le llegue mientras ambos, a la vez, saben ya las cosas del Cielo, y las ven cara a cara.
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Como otros, aquí y en todas partes, confundí la imagen de ese niño que ilustra esta entrada con la del santo mártir. Me dicen amigos de su tierra que ese niño es de una época apenas anterior, pero es otro niño y se ve que lleva divisa de los federales.
Pero haberlo confundido no me libra de pensar ahora en ese niño otro. Al contrario: más pienso en él. San José Sánchez, años más tarde, combatió él también. Toda una cuestión fue en su hora dirimir si esa misma circunstancia no lo alejaba de los altares. Acompañó las armas cristeras, como ese otro niño antes las federales. Cierto que Joselito no es mártir por eso. Pero es mártir con eso y en eso. Y esa figura guerrera del niño federal es en parte también la de Joselito.
Ahora que lo sé, le pido a Joselito por el alma de este otro niño, al que confundí con él. ¿Tendría fe? ¿Sería un bautizado como creo? ¿Miraría a su Virgencita de Guadalupe con cariño de hijo, con devoción de niño, pese a todo, pese a formar filas con los revolucionarios? No lo sé. No sé si alguien lo sabrá que me lo diga. Pero rezo por él, y más por haberlo confundido. Y son tantos los devotos del niño mártir a los que les ha pasado lo mismo, que tengo puestas mis esperanzas en que Joselito oiga esa plegaria fallida.
Porque, como dice san Agustin: (Deus) melius enim judicavit de malis bene facere, quam mala nulla esse permittere.