martes, septiembre 06, 2011

Bárbara escrava

Poco se sabe de su vida a ciencia cierta, pero parece ser que don Luís de Camões, la gloria portuguesa de las letras, allá por 1555 ó 1556 se apasionó con una esclava en Goa, ciudad de la India. A estar por los versos dedicados, era cosa de notar. Bárbara dizque se llamó la muchacha y la pasión fue breve. El poeta había ido a parar allí medio escapando de Lisboa por un entuerto y al poco tiempo zarpó con la armada para un viaje de peripecia en peripecia, que terminó en naufragio y prisión, cosas parecidas pero con motivos distintos en su caso.

Hasta donde se sabe, las agitadas vida y aventuras de Camões son harina -bien sabrosa- de otro costal. Como quiera que fuere, que el hombre podía decir bien, sí que podía.

Así fue que por esa pasión fugaz nacieron las afamadísimas Endechas a Bárbara escrava (aquela cativa), que, viera usted cómo son las cosas, varios siglos después musicalizó otro portugués, José Manuel Cerqueira Afonso dos Santos, más conocido como Zeca Afonso.

La versión de Zeca me gusta menos que la versión de Sérgio Godinho, y será cosa de gustos; aunque, puesto a ver, creo que a Zeca siempre se le nota en algo como si estuviera componiendo contra alguien... Pero bien puede ser mi oído, claro.

Me regalaron en estos días ambas y aquí ambas están haciendo los honores.


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Y como son versos, aquí están las Endechas a Bárbara escrava.
Aquela cativa
que me tem cativo,
porque nela vivo
já não quer que viva.
Eu nunca vi rosa
em suaves molhos,
que pera meus olhos
fosse mais formosa.
Nem no campo flores,
nem no céu estrelas
me parecem belas
como os meus amores.
Rosto singular,
olhos sossegados,
pretos e cansados,
mas não de matar.
Uma graça viva,
que neles lhe mora,
pera ser senhora
de quem é cativa.
Pretos os cabelos,
onde o povo vão
perde opinião
que os louros são belos.
Pretidão de Amor,
tão doce a figura,
que a neve lhe jura
que trocara a cor.
Leda mansidão,
que o siso acompanha;
bem parece estranha,
mas bárbara não.
Presença serena
que a tormenta amansa;
nela, enfim, descansa
toda a minha pena.
Esta é a cativa
que me tem cativo;
e pois nela vivo,
é força que viva.