sábado, julio 09, 2011

Migrante

Las almas no migran, ya se sabe. Cada una está con uno todo el tiempo en el que uno es uno.

Es ella la que hace que cada quien sea quien es, y la que hace que seamos.

Pero, tantas veces, quedan como estelas del alma en las cosas.

¿Qué queda del que se va? ¿Qué queda de lo que ya ha desaparecido?

Tal vez como un aire, quizá como una música, o el timbre y la inflexión de una voz.

Imágenes en la vista, sonidos en el recuerdo. Gestos. Dichos. Paisajes de lugares.

Al cabo del tiempo que pasa, hasta esas mismas cosas que parecieron un día tan arraigadas en los ojos y en los oídos, llegan a evanescer.

Aunque no tanto -porque todo puede llegar a ser un día el ciento de uno-, es en parte una lástima, claro.

Tal vez por eso mismo, vino a dar aquí algo de otra bitácora que ya no está, como una estela. Trazos y huellas de los sitios que los ojos del corazón y los oídos de la mente han recorrido a lo largo de muchos años por tantas razones y con tanta alegría.

Y la que migró hasta aquí es la música de aquellas notas, más precisamente. Aunque sin las notas con las que se vistieron entonces.

Y tal vez, precisamente también, para que, algo de lo que de veras es, permanezca apenas un poco más, aunque todo el resto sea primero memoria un tiempo y después olvido o recuerdo desvaído. ¿Será? ¿Quién sabe qué destino, qué puerto, qué misión llevan al final todas las cosas?

No necesita más explicación el que entiende. Para el que no entiende no hay explicación posible.


Aquí se quedará, entonces, la música de lo que es.

Crecerá con el tiempo, Dios primero.

Y no crecerá ella, por cierto, que mayor no puede ser, sino aquello que la dice y la muestra.

Porque, como diría Gilbert Chesterton,
There is one thing is needful -everything-
the rest is vanity of vanities.
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*Sólo una cosa es necesaria: todo;
el resto es vanidad de vanidades.