jueves, junio 08, 2017

Buena compañía (II)



Hay que cruzar una serranía de piedra. La noche es oscura. La luna es clara. El camino es sinuoso. Hay una villa dispersa al pie y casi en la falda de la sierra. De allí es el aroma a las maderas que el frío quema en las casas.

No habrá que detenerse hasta no llegar a destino. Queda más de una hora.

Sin ella, el camino, solitario a esas horas, no sería desagrable.

Con ella, se va en buena compañía. Y el camino resplandece.

Tengo por William Byrd un cierto gran afecto. Su vida, espiritualmente tan difícil en la Inglaterra isabelina, fue contemporánea a la del otro William afamado de aquellos años. Y que, en buena parte de su obra, apenas se trasluzcan las tribulaciones, me lo hace admirable.

La notable hija de Cambridge, Emma Kirkby, aquí con las violas de los británicos del ensemble Fretwork, hace sus canciones de modo tal que, a cualquiera que cruce una serranía de piedra en plena noche fría, le alegra el corazón.

O tal vez haya que preferir los caminos, a Byrd, a ella, para que resulte buena compañía.