viernes, junio 29, 2012

Maria di Lammermoor



Casualidades gloriosas de la vida. Se me cruzó afortunadamente. Y apenas oí una de las arias, con eso fue suficiente: salí a buscar con furor a la Callas haciendo por todo el mundo y en cualquier momento a la Lucia di Lammermoor de Gaetano Donizetti.

Difícil apartarse de ella una vez que suena su voz.

Yo entiendo lo que dicen por allí sobre María Callas y esta ópera. Pero no es solamente el que con su interpretación a partir de los '50 -y más de 100 años después de estrenada- haya revivido y recreado, como aseguran, una ópera que estaba destinada a destrezas de sopranos virtuosas y no mucho más. Todo eso, digo yo que no sé nada, es cosa de melómanos y eruditos de las escalas y trenos, claro que muy respetables sus aficiones y sus quisicosas (si la Callas de Berlín o la de Milán, si la del '53, la del '56 o las '59...) 

(Para los que nunca se cruzaron con esta ópera, dos palabras: una especie de Romeo y Julieta con el mismo final terrible, pero ahora -y en la imaginación del romántico Walter Scot, autor de la novela de origen- entre clanes escoceses rivales en el siglo XVII. Lucía y Edgardo, son los protagonistas. Y punto.)

Lo mejor es oírla.

En mi entusiasmo, dejo una seleccción hecha a la carrera y tengo para ofrecer algunos fragmentos de cada uno de los tres actos.

Del acto primero, Regnava nel silenzio...Quando rapito in estasi (1959). Después, Sulla tomba che rinserra, con Ferruccio Tagliavini y Piero Cappuccilli (1960) y Verrano a te sull'aure... con el mismo y brillante Ferruccio Tagliavini (1960).

Del segundo acto, Sconsigliato... Esci, fuggi (1955), con Giuseppe Zampieri, Nicola Zaccaria, Mario Carlin, Luisa Villa. También Chi mi frena in tal momento, famoso sexteto de la obra, un clásico, (1955), aquí también con Giuseppe di Stefano, Rolando Panerai, Nicola Zaccaria, Giuseppe Zampieri, Luisa Villa y el Coro de la Scala.

Ya en el acto tercero, aquí está Il dolce suono mi colpì di sua voce (1953), la que dicen que es la escena de locura más afamada de cuantas óperas hubo. Y es la de la locura de Lucía cuando conoce la desgracia de su amado Edgardo, de quien la alejan con saña.

Sigue Ardon gli incensi (1953), una especie de continuación de la escena de la locura de Lucía y a la que, a su vez, poco después le sigue la caballeta Spargi d'amaro pianto (1959).


Como ven, y para los paladares negros, dejo los años de las versiones y que no se pida ni un solo dato más.

miércoles, junio 27, 2012

Casi

¿Existirá eso? ¿El casi? ¿Qué será ser casi?

Por ejemplo, el casi folklore.

No sé eso.

Me gustan los uruguayos, con sus más y sus menos, claro.

Jorge Drexler, si vamos al caso. Tiene eso que tienen muchos uruguayos músicos que es, diría, cierta creatividad sobria, solvente.

Muy bien.

Ahora, con todo y eso, ¿existirán la casi zamba, la casi baguala, el casi chamamé, o cosas así?

No sé.

Dígame usted si sí o si no: Soledad, La aparecida, El valle de la leña amarilla y Camino a La Paloma.

¿Qué son? ¿Son casi?


viernes, junio 22, 2012

Corazón libre

Estimada audiencia: attenti!

Esto que viene es una especie de experimento o, mejor, un ejercicio o ensayo.

Empecemos.

Rafael Amor es un acreditado autor y cantor testimonial, comprometido, progresista, de izquierda, zurdo o como mejor le plazca mentarlo.

Hace poco, lo traje aquí a propósito de La Tangués una canción suya que canta Edith Rossetti.

Muy bien.

Ahora vuelve con este tema, conocido: Corazón Libre. En esta versión, a guitarra pelada, lo canta en vivo en un programa de folklore que conduce Jorge Suligoy, a dúo con éste.

Claro que Mercedes Sosa grabó varias veces la canción, también a dúo con el autor, aunque hay una versión suya que me gusta más que las demás.

La canción es algo famosa y á gauche, el progresismo, la izquierda, los comprometidos (sigue el etc.) la tienen por un emblema (ni qué decir que va como anillo al dedo para ponerla de música de fondo de propaganda militante, pero que está, está...)

Y así siguiendo, cosa que le ahorraré a mi paciente audiencia.

Las razones que hicieron que el autor la compusiera quedan para después y realmente no importan ahora a estos efectos.

Lo que ahora quiero saber y entender -y en esto consiste el ejercicio que pido me acompañen a hacer- es qué tiene de progresista esta pieza, qué tiene de izquierda o de compromiso.

Música y letra, letra sola, como le venga mejor.


Voy a esperar un tiempo. Vamos a ver y a pensar y después habrá que ver a dónde llegamos.

jueves, junio 21, 2012

Socavón


Quiero traer algo más del Dúo Socavón que estuve oyendo en estos días. Hicieron que pasara más de un buen rato y eso hay que agradecerlo a la delicadeza y finura de sus interpretaciones, sin estridencias pero con carácter. Buenas guitarras, buenos instrumentos, buenos arreglos. Y una sobriedad de las que no se alquilan.

¿Cómo será que no aprenden, los que dicen algo, que hay que oír más lo que dicen y no a ellos tanto? ¿Cómo se hará para que la interpretación no se interprete a sí misma antes que nada? Mire que he oído gentes cantar... Pocas veces me pasó que haya podido oír serenamente lo que cantaban, porque de habitual se me ponían en el medio los intérpretes. ¿Estará bien esperar, querer que el que dice no esté diciéndose todo el tiempo? ¿Eso querrá decir al fin de cuentas que "el estilo es el hombre"? Muchas veces las voces de las mujeres, por ejemplo, tienen algo especial que hace que uno no quiera oír la canción sin la voz, sin esa voz. Sí, claro. Pero aún en esos casos hay un arte raro e infrecuente: dejar que la voz sea personal, sin que me obligue a cargar con la persona a la rastra. Y eso lo pueden pocas, muy. (Y así es como se ensarta más de uno, vea...)

Por eso.

Patios de la casa vieja es zamba y esta recopilación, sólo instrumental, El 1024, es un gato. La guampada es famoso y gracioso chamamé. Y El violín del violinero (un homenaje a san Francisco Solano) es un escondido.

Dejo para el final esta canción Cuando estoy triste. La voz de Emilio Martínez, a mi sabor, le da al tema reminiscencias de chanson française, mire lo que le digo. Raro, ¿no?

miércoles, junio 20, 2012

Una de dos

Porque es una sola zamba que aquí canta el Dúo Socavón.

Es del Negro Álvarez, cosa de cordobeses, de Traslasierra, y está dedicada a un patriarca del folklore de aquellos lares que supo vivir en Villa Brochero: don Abraham Funes.

Se llama Patio de nogales.

La zamba tiene su historia en la hospitalidad de aquel hombre que a cualquier hora recibía a sus amigos, bajo los nogales de su patio, y sin que importara la hora les preparaba un asado y cantaba con ellos, pese a su edad y salud. La doña Victoria que se menta era la novia de este viudo de más de 80 años, que se enojaba con los amigotes porque se sacaban el gusto de cantar con el maestro, y creo que hasta a él mismo regañaría, que se sacaba el gusto de cantar con ellos entre vinos y charla hasta que las velas no ardieran.

jueves, junio 07, 2012

Guitarra, voz y bandoneón


Y otra vez la voz de esta niña que decía.

Por lo pronto, su versión de la Milonga baya es delicada pero tiene carácter.

Y, después, esto que ya decía la vez pasada: La tangués, una descripción de algo muy difícil de manear, que compuso y canta Rafael Amor.

Ayer, casualmente, un colega me decía de su angustia por explicarle a los adolescentes qué era el tango, y su ansiedad, mayor aún, porque llegara a gustarles y llegaran a gustarlo.

Difícil, vea, muy pero muy. Hay que tener años. Y tiene que haberte pasado algo, siquiera la vida, para que se apareje uno con el tango. ¿Haber sufrido? Puede ser, no necesariamente. Muchos han sufrido, más que lo que el tango requiere, y no lo quieren nada. Castellani, por ejemplo.

Pero es verdad, creo, que hay un pathos que exige el tango, lo reclama como una contraseña. Y si no le hay, no le hay.

Creo que Amor hizo el esfuerzo de asir lo insasible y no le salió mal.

Pero.

Es difícil la tangués...




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De un asunto de Rafael Amor tendré que hablar aqui o en otra parte o en ambas, que es tanto música como otras cosas.

domingo, junio 03, 2012

Una voz

No sabía nada de ella hasta que un cumpa amablemente me regaló un trabajo último (y yo sin saber nada de los primeros...)

Allí nomás vino a pasar que regalé el regalo a uno de los de casa que cumplía sus años ese mismo día. Bien hecho, después de todo: los bienes del espíritu se multiplican cuando se dan.

Antes, claro, me quedé con la música. Porque esto es bueno como música, digo yo, que no sé nada de eso.

La niña en cuestión se llama Edith Rossetti, así como lo oye. Y dejo aquí algunas de las cosas que me gustaron más: Coplas a Claudio RamiroEl violín del monte, el vals Maldición (casi doliniano...), y las norteñas Vientito de Achala y Verde romero.

Hay una más que tiene su asunto. Pero, eso queda para la otra vez, que no es ahora.

Digo que no la conozco y digo que, más allá del buen gusto y los arreglos impecables y todo eso, es para mí apenas una voz.



Pero, qué voz...