jueves, marzo 22, 2012

Tonada


Concedo: el otoño es fácil, en cierto sentido. Es de una mansedumbre y una especie crepuscular de belleza a las que no se le puede oponer mucha resistencia.

Es la tarde del mundo. Tiene esa luz y ese aire de las cosas bellas que van camino al fin.

Es la melancolía de los elfos de Lórien.

¿Qué habrá querido decir Dios con el otoño?

Y en eso andaba, murmurando otoños, cuando un buen amigo me acercó, como si supiera, esta Tonada de otoño, que Mercedes Sosa canta aquí con Pocho Sosa, mendocino.

Y, sí.

Pero.

No es tan fácil el otoño.

Porque esa nostalgia, en la tarde del mundo -y de la vida-, de querer cruzar el mar y llegar por la tangente de este mundo a las Tierras Bendecidas, no es cosa de este mundo.

Y serán simples, todo lo que quiera, pero nunca son fáciles las cosas que no son de este mundo.

Y si el otoño es la sala de espera de un viaje tal, fácil no es.

jueves, marzo 15, 2012

Breizh



Hace unos días, atentamente, Horacio lector me acercó el original de una canción por la que anduve preguntando hace meses.

Se trata de Gortoz a Ran, una partitura de Denez Prigent (aquí acompañado por Lisa Gerrard), que fue usada en su momento en la banda de sonido de Black Hawk Down.

El caso es que eso me puso de nuevo en la vía del país de Breizh y sus bretones, a los que no frecuentaba hace más de diez años.

Sin haberlas conocido, siempre tuve debilidad por esas costas y esas tierras, con sus faros desafiantes frente a un mar terrible. Su lengua, áspera y poética a la vez, es idioma para cantar, sin duda. Una melancolía viril tienen y hay veces que suenan al oído mejor que sus hermanos de sangre. Será cosa mía.

Veo ahora que apenas han cambiado las cosas por esos lares. Siguen siendo de la movida celta pero distintos, como ya eran. Hacen sus incursiones verdes, pero distintas. Son creativos a su modo y, en el caso de Prigent, buscan motivos y temas para sus baladas en asuntos raros: una hambruna en Kiev en los '30 del siglo pasado, asuntos búlgaros o rumanos y cosas así, además de los asuntos tradicionales de estas músicas.

Una muestra breve de los sones queda aquí con la tradicional Tri martolod en la mejor versión que encontré, la de Yann-Fanch Kemener; también el brano instrumental del conjunto Dan Ar Braz de Morvac'h y, al fin de este repaso fugaz, nuevamente Prigent con otro tema tradicional de raíz celta, Melezouriou Glav.

domingo, marzo 04, 2012

Recuerden esta noche

Otro ejemplo extraño de lo que decía en la entrada anterior es este poema compuesto y dicho aquí por su autora Anna Bithikotsi, que no es una poetisa religiosa.

Se llama en griego Να τη θυμάστε τούτη τη νύχτα, que significa Recuerden esta noche.

En una traducción bastante aproximada, los versos dicen:
Recuerden esta noche

La triste noche, la voz de todas las cosas con el llanto de las estrellas, dice
Recuerden esta noche

Recuerden esta noche
las gotas de lluvia susurran sobre el Suelo Santo

Recuerden esta noche
dice la lámpara de aceite que pende del cielo,
la triste imagen del sol
y las nubes púrpura con su llovizna
que están contemplando el Cuerpo Santo ya sin aliento

Recuerden esta noche
dice el mar que ha teñido de rojo sus olas
que se aferran a las costas de la tierra desconsolada como una madre herida

Recuerden esta noche
dicen los lirios que crecieron junto al Calvario
y bebieron el Agua Santa de la última Santa Lágrima

Recuerden esta noche
dicen los pájaros multicolores que buscan sus nidos

Recuerden esta noche
dicen los campos y las montañas y los árboles extendiendo sus ramas con la forma de la Santa Cruz

Recuerden esta noche
dicen la tierra y el cielo y se sumergen en una treisteza honda

Recuerden esta noche
dice el aire mientras los ángeles que lloran mueven huracanes de pena con sus labios.

Recuerden esta noche

Todas las voces lo repitieron centuria tras centuria
y así esta noche viajó entre los duelos del mundo.

Generación tras generación se ha recordado el murmullo y los gritos desgarrados de todas las cosas
para no olvidar el sacrificio que condujo a este mundo pequeño e inmenso al camino del Reino de los Cielos.

Recuerden esta noche

Επιτάφιος Θρήνος - Εγκώμια

Hay lugares mejores que éste para estas músicas, que son más que música. Y hay gentes que conozco que son más adecuadas que un servidor para estos menesteres, de los que saben de cierto.

Pero sé también que vale oír apenas algo.

En la Ortodoxia griega, la Semana Santa tiene un lugar destacado. Por supuesto, como entre los latinos. Pero hay entre los ortodoxos, más allá del lugar principal y solemnísimo que tienen esta conmemoración y celebración en la liturgia, algunos gestos que parecen decir que en algo va más allá del protocolo, la ceremonia o el rito.

Y tal vez sólo sea idea mía, aunque no parece del todo.

Por ejemplo.

En el siglo VI hubo en Oriente un himnógrafo destacado. Su historia es conmovedora y rica. Romanos Mélodos, de él se trata, fue con los siglos una gloria de Bizancio y lo es hoy para los griegos.

Es figura menos conocida para la Iglesia en Occidente, hay que decirlo. Pese a que san Romano el Melodioso tiene fiesta el primero de octubre entre nosotros. Hace unos años, Benedicto XVI le dedicó una alocución en su catequesis de los miércoles, en un ciclo sobre los Padres de la Iglesia.

Se conservan unos 70 kontákia (singular, kontákion) de su autoría, himnos de alto y hondo contenido teológico, además de una exquisita poesía en una lengua sencilla y apta a la vez.

Entre ellos, hay algunos de los que se le atribuyen que tienen como asunto la Pasión y Muerte de Jesús, lo que incluye unas conmovedoras lamentaciones de su Madre, el Viernes Santo, y unas contemplaciones del Santo Sepulcro.

En las ceremonias de la tarde de ese día viernes (alguno de estos himnos se canta el sábado), en las iglesias ortodoxas suelen cantarse en secuencia tres himnos: He dzooé en táfoo (Η ζωή εν τάφω, la vida en el sepulcro), en el que se muestra el contraste entre el Autor de la Vida y la Vida misma y su muerte yaciente en el Sepulcro; Ai geneai pásai (Αι γενεαί πάσαι, todas las gentes), una exhortación a todas las gentes a recordar la muerte del Salvador y la gloria de su Redención por la muerte en la Cruz; y, por último, el que más me gusta, Oh glyký mou éar (Ω γλυκύ μου έαρ, Oh, mi dulce primavera), una desgarradora lamentación de Santa María que contempla el cuerpo ensagrentado de aquella Primavera que da vida a todas las cosas y a todas las hace nuevas. Entre los himnos de esos días, también figura el Áxion estí, (Άξιoν εστí, Digno es).

De todos ellos hay versiones solemnes y populares, de modo que tanto lo han cantado y lo cantan coros de monjes como artistas profanos.

De estos últimos me ocupo ahora, porque me llama la atención que composiciones de semejante antigüedad y valor sean del gusto de -¿qué diré? ¿los fieles, el pueblo?-, artistas como Irene Papas (que canta con la musicalización algo extravagante de Vangelis Papathanasious), o María Farantouri, Glykeria, Petros Gaitános o Fairuz, que canta en árabe.

Entre las voces que más me conmueven -en este registro de música sacra en clave popular- está la de Nektaria Karantzi que interpreta fragmentos de las composiciones en una secuencia.

Y por ahora es bastante, aunque no todo.